26 mayo 2016

Injuquaq tupilek

La aldea de Dÿr se encontraba a orillas de un precioso lago congelado. Sin embargo, como Bêah pudo comprobar, el hielo se estaba resquebrajando en determinadas zonas. Resultaba muy extraño, ya que los días, y sobre todo las noches, habían sido muy gélidas. ¿Qué estaba ocurriendo? La joven avanzó hacia el lago y posó una de sus manos en el hielo, que se agrietó con su contacto. Muy extraño...

- ¿Qué ocurre, mi señora?
- No lo sé. El lago parece estar helado, pero sus aguas parecen cálidas al contacto con la piel... no entiendo nada -murmuró la Suma Sacerdotisa.
- No tiene sentido - terció Lemuel.
- Es cierto...

Ambos se miraron y avanzaron en busca del patriarca de la aldea. Las casitas de piedra y madera del lugar eran una maravilla, y casi todas estaban adornadas con motivos tradicionales pintados por sus lugareños, algunos de gran talento. Bêah vio a un joven dibujando el lago en un hermoso lienzo de piel animal y sonrió. Siempre le había gustado aquel sitio. 

- Mirad qué hermoso... -dijo Lemuel señalando un objeto.
- Es un cazador de sueños o atrapasueños -sonrió Bêah ante la hermosa pieza- filtra los sueños, dejando pasar solo a la mente los sueños y visiones positivas, mientras que las pesadillas quedan atrapadas en su piedra y se desvanecen con el primer rayo de luz del amanecer -explicó.
- Me encantaría poseer uno...
- Nadie quiere pesadillas en su mente, aunque nunca podremos evitarlas del todo... ¿no es cierto?

Los dos compañeros de viaje se giraron y vieron ante sí a un anciano, tan mayor que hubiera podido acumular cientos de años a sus espaldas, pero con tanta energía que parecía aún más joven que los niños que jugaban en la aldea con la nieve y la imaginación. 

- Encantada de veros -dijo Bêah saludando al patriarca con una reverencia que Lemuel imitó- este es mi amigo Lemuel.

El anciano le dio la mano y se lo quedó mirando fijamente con una mirada que el joven no supo descifrar.

- Malos tiempos se aproximan en la nieve mientras los planetas no se alineen... -susurró con un halo de misterio.
- De eso venimos a hablaros. 
- De eso venís a hablarme, pero no hallaréis respuesta. No en Dÿr.

Bêah permaneció en silencio sin saber qué decir.

- Veo que los Gür os han estado importunando... -adivinó el anciano mirándola a los ojos- Vuestro sentido de la aventura no debería poner en peligro a vuestra aldea, aunque veo que os habéis encargado muy sabiamente de ellos... -la regañó con dulzura.
- No me di cuenta, su territorio se expande mediante la violencia y nunca sabemos qué nuevos territorios han conquistado... -se disculpó ella.
- Lo se... pronto estaremos en guerra. Unirnos a las tribus será la única manera de conseguir la victoria...
- ¿En guerra?

El anciano la miró y de pronto pareció mucho más viejo y cansado.

- No os preocupéis por eso ahora, mi querida señora. ¿Y vuestro amigo, por qué tan silencioso?

Lemuel no se atrevía a pronunciar palabra porque sentía que estaba en presencia de dos personas muy superiores a él y las admiraba.

- Yo...
- ¿Queréis un cazador de sueños? acabará con esas pesadillas que soléis presenciar en vuestras noches... -ofreció amablemente.

Lemuel sonrió y asintió agradecido mientras Bêah se preguntaba a qué se referiría.

- Mi esposa hace unos verdaderamente poderosos. Acompañadme por aquí...

Ambos siguieron al anciano, que saludaba cariñoso a los niños de la aldea y sonreía a todos cuantos se le cruzaban. Se notaba que era una figura muy querida y venerada en el pueblo.

- Habéis mencionado que no hallaremos respuesta aquí en Dÿr... -comenzó Bêah.
- Vuestras visiones son más proféticas de lo que vos misma creéis.

Bêah se detuvo en seco. Era lo mismo que había dicho Lemuel con aquella voz cavernosa.

- ¿Erais vos hablando a través de mi amigo? -preguntó.
- Si. Os advertí del peligro. Sabía que sabríais lo que hacer -respondió tranquilamente el anciano.
- Os lo agradezco, nos salvasteis la vida.
- De nada. Tomad, joven.

El anciano tendió un hermosísimo aro de sauce decorado con plumas que había escogido de una de las paredes exteriores de su casa a Lemuel, que lo cogió con una reverencia. 

- Te protegerá. En cuanto a vuestras visiones...
- ¿Sí? -urgió Bêah al ver que el anciano permanecía en silencio.
- Solo puedo deciros que tras cruzar las montañas encontraréis la cueva con pinturas rupestres.
- ¿Mi visión...? ¿Mi alucinación..?
- Sois muy intuitiva -repitió el anciano.
- ¿Y el peaje de la aldea?

El anciano les miró fijamente y les tomó de las manos.

- Un sacrificio de sangre. O un sacrificio incruento. Oro y plata. Visiones proféticas.

Bêah entendió, pero Lemuel los miraba alternativamente sin saber qué decir tratando de adivinar.

- No os crucéis con los Gür, ni siquiera os acerquéis lo suficiente como para oír sus trinos... -aconsejó el anciano.
- De acuerdo, no ocurrirá. Gracias por todo, mi señor. Nos habéis sido de gran ayuda.

Lemuel no estaba muy convencido pero trató de disimularlo.

- Gracias por vuestro obsequio -le dijo al anciano.
- Pronto os daréis cuenta de su utilidad. Buen viaje y tomad unas viandas para el camino, el frío aprieta y no tendréis tiempo que perder cazando.

La mujer del anciano les ofreció unas suculentas piezas de caza que metieron en sus hatillos y tras agradecérselo emprendieron el camino hacia las montañas.

- ¿Estarán bien? -preguntó la mujer del anciano a su esposo.
- Les esperan grandes aventuras que ni ellos mismos imaginan... -dijo el anciano cogiéndola del hombro.


Bêah y Lemuel salieron de la aldea y la joven se quedó contemplando de nuevo el lago, cuya superficie parecía aún más rajada que cuando llegaron.

- ¿Cuál es nuestra próxima parada? -preguntó su compañero.
- Ägniaram, la ciudad de plata -respondió sencillamente Bêah.
- ¿Una ciudad?
- Cuando lleguemos lo entenderéis -sonrió mientras caminaban.

Un oso polar que pasaba cerca de la aldea se les quedó contemplando fijamente mientras introducía el morro en la nieve en busca de comida.


Dedicado a Beatriz, ¡feliz cumpleaños Matriarca!

13 mayo 2016

Trapped in Autumn











Abrió los ojos. Oscuridad. No entendía nada...

Volvía a tener esa sensación. Sus pensamientos vagaban inconexos. Sentía miedo. Un déjà vu. Miró en la oscuridad tratando de localizar alguna fuente de luz que la pudiera guiar pero no encontró nada. Le pareció muy extraño... Dejó que sus ojos se acostumbraran a las tinieblas y trató de fijarse en sus otros sentidos. Estaba sentada en el suelo, un frío suelo de piedra según creía, y tenía las manos atadas a la espalda con una soga gruesa. Malo. No oía nada, absolutamente nada. El silencio la oprimía... Un momento. Sí oía algo. Cerró los ojos para concentrarse mejor a pesar de que era incapaz de ver nada que la distrajera. Podía oír el sutil sonido de unas gotas de agua cayendo al suelo. Y... el inconfundible sonido de una respiración. Por un momento se dejó dominar por el pánico, pero respiró profundamente tratando de calmarse. La persona que respiraba lo hacía acompasadamente, estaba dormida. Quizá un prisionero, como ella. O una prisionera. Tal vez había más gente con ellos... era imposible saberlo. Trató de escuchar algo más pero nada. Unos pasos ligeros, suaves y rápidos. ¿Ratas? Sí, quizá. Estaba apoyada contra una pared y sus manos no podían tocar nada más allá del muro. Se le ocurrió mover los pies, pero se dio cuenta de que también estaban atados. Se sentía más consciente, sus pensamientos se iban aclarando. ¿Cómo había llegado hasta allí?

Ni idea.  


El eco de una piedra rodando hizo que se asustara. La respiración de la persona que se encontraba con ella cambió y pudo oír un gruñido. Se quedó quieta. No tenía ni idea de a quién debía enfrentarse, si esa persona estaba atada como ella o...

- Maldita sea...

Imposible.

- ¿Mor... Mordred?

Silencio.

- ¿Mordred? -susurró de forma apenas audible.
- ¿Ërov?

No podía creérselo. El joven de sus sueños... reconocería su voz en cualquier parte. 

- Sí, soy yo. 
- ¿Eres tú? 

¿Era ella? Aún no sabía si era ella. No lo tenía muy claro. Sus recuerdos eran fragmentados, ni siquiera recordaba como habían acabado allí... 

- No lo sé... Quiero decir, si soy yo. Pero no se quién soy.

La risita de Mordred alivió su pesar.

- Nunca debí llevarte al desfiladero...
- Ya dijiste eso una vez. Lo soñé. 
- No fue un sueño. Fue real. Te arrebataron de mis brazos mientras aún estabas confusa...

Ërov agradeció la profunda oscuridad para que el joven no pudiera ver cómo se había sonrojado.

- Te contaré la historia.

Mordred le narró cómo los esclavos de Vlädés la habían secuestrado tras darle una paliza y cómo la había estado buscando desde entonces.

- Sus hechizos eran demasiado potentes y yo no podía romperlos. No sabía dónde hallaros. Temía por vos, por vuestro olvido... Vuestra memoria atesora conocimientos de valor incalculable...

¿Por qué volvía a utilizar un lenguaje distante con ella? ¿Por qué le importaba cuando claramente estaban metidos en un lío?

- No pasa nada, al final nuestros caminos han vuelto a cruzarse, aunque en aciagas circunstancias. Recordadme más acerca de nuestra historia...

Mordred le contó cuánto sabía de ella y Ërov comenzó a recordar poco a poco. Después le relató su despertar en el castillo de Vlädés y cómo había logrado huir de allí, para luego guardar silencio. 

- Estáis muy silenciosa, mi señora... ¿Qué ocurre?
- Nada. Estoy tratando de procesar.

Ërov hacía grandes esfuerzos por mantener la calma y aparentar serenidad. Tenía los ojos abiertos y de pronto veía claramente la celda a pesar de la oscuridad. Cerró los ojos y se dio cuenta de que aún podía ver con la misma nitidez que cuando los tenía abiertos. Echó un vistazo por todo el lugar. Una sala amplia de piedra marrón con un par de antorchas apagadas y una puerta con varios cerrojos. Trató de enfocar sus pensamientos más allá de la puerta y logró ver un pasillo iluminado con una pequeña tea y cubierto de telarañas. Parecían las mazmorras del castillo de Vlädés, seguramente aún se encontraban dentro de su fortaleza. Pero no era aquello lo que la hacía temblar, sino el espeluznante demonio que se hallaba al lado de Mordred y dominaba sus movimientos, hablando a través de él con su voz. Era una criatura demasiado horripilante como para ser descrita, y el mero hecho de mirarla la hacía temblar de miedo. Confiaba en que no pudiera oír los latidos de su corazón... 

- Tengo mucho frío... -musitó con los ojos cerrados para justificar sus temblores. No sabía si aquel ser podía verla, pero sospechaba que sí. 
- Lo siento, mi señora... Ojalá pudiera acercarme a vos para daros calor.

Un escalofrío recorrió la espalda de Ërov. 

- Ojalá...

Durante un tiempo nadie dijo nada, hasta que de pronto, sin previo aviso, el demonio se desvaneció con una terrorífica sonrisa en su rostro. Ërov suspiró, más tranquila, pero todavía notaba su presencia, vigilando todos y cada uno de sus movimientos. La joven permaneció quieta y en silencio mientras sus escalofríos disminuían. No se había dado cuenta hasta entonces de que la presencia de aquella terrible criatura enfriaba la sala.

Pronto dejó de notar su presencia y suspiró de nuevo, abriendo los ojos. No le gustaba en absoluto, le traía malos recuerdos y temía haber hablando demasiado, aunque claramente ese ser ya lo conocía todo sobre ella. Miró a Mordred. No parecía que le hubiera hecho ningún daño, aunque no tenía posibilidades de asegurarlo. Su intuición le decía que estaba bien.

- El veneno del dragón... -musitó para sí. 

Tenía que salvarlo. Mordred ya había muerto...

- Habéis tardado mucho en daros cuenta, mi señora... -dijo el joven irguiéndose y sonriendo a la oscuridad.
- ¡Mordred! -exclamó Ërov por primera vez con auténtica alegría.
- Ese demonio no lo sabía, no podía saberlo. No quise moverme hasta estar seguro de que su presencia ya no se hallaba con nosotros. 
- ¿Puedes ver en la oscuridad?
- No... tengo una visión nocturna justa, suficiente para ser guía. Pero me parece que esta vez vos seréis mi guía... ¿me equivoco?
- No. Veo perfectamente, pero no se por qué tengo esa capacidad... -reflexionó la joven.
- Sois una sacerdotisa. Vuestros dones nacen de vuestro corazón. Os desvelaría vuestros secretos, pero antes será mejor huir de aquí... aún no habéis recuperado la memoria por completo, imagino -comentó el joven tratando de desatar sus manos.
- El demonio me contó mi pasado, mi presente... parecía encajar...
- No sé de qué habéis hablando, solo noto cuando deja de hablar a través de mí, pero no sus palabras. Aquí está...

Sin que Ërov pudiera explicarlo, el joven se liberó de las cadenas que le ataban.

- ¿Cómo..?
- Yo también tengo mis secretos -contestó Mordred guiñándole un ojo. El joven la desató y Ërov volvió a sonrojarse al notar sus manos en contacto con su piel.
- Y bien... ¿cómo salimos de aquí? -preguntó. 

Ërov cerró los ojos y las visiones de las mazmorras del castillo hicieron que sintiera escalofríos de nuevo.


Dedicado a Verónica, ¡feliz cumpleaños neni!

04 mayo 2016

Indigo ~ Prologue

Y por fin, la ceremonia de esponsales. Estaba deseándola y a la vez estaba aterrada. No dudaba ni por un instante de que Lady Arüora y Lady Synföny tratarían de sabotearla, de derramar cualquier licor sobre su vestido, hacer una escena o incluso quemar la mansión... Bueno, quizá no tanto, pero seguro que algo tramaban. No podía quedarse quieta y dejar que se salieran con la suya, pero no sabía cómo actuar. Quizá estaba algo desquiciada, tal vez se portaran bien... ¿pero qué estaba diciendo?

- ¡Ay!
- No te muevas, querida, debo ajustarte el corsé -le dijo con dulzura su madre. Aîcliä miró el precioso vestido índigo que tenía reservado para aquella noche. Era sencillamente perfecto, sencillo y hermoso, y conjuntaba a la perfección con su querido aderezo, que lo hacía resaltar a la luz de las velas. 



La joven estaba radiante, pero no podía evitar su sonrisa nerviosa. Saludaba a la gente sin apenas verla, no prestaba atención a sus conversaciones y sentía que estaba perdiéndose una de las noches más felices de su vida, pero no podía evitarlo. Solo deseaba que su futuro esposo llegara pronto. Eso la tranquilizaría. Lo único que no se sentía capaz de afrontar era...

- ¡Querida!

A su "tía". 

- ¡Tía Arüora! -exclamó con fingida alegría, ya que otros parientes se encontraban cerca- ¡qué bueno que haya llegado! ¡está usted despampanante! -siguió dándole un abrazo. En realidad no mentía, la señora se había puesto un montón de joyas deslumbrantes y uno de sus apreciados vestidos tierra, además de otro de sus sombreros estrafalarios. 
- ¡Estás divina! pareces un ángel, querida. Mi sobrino hizo muy bien regalándote ese aderezo familiar... -dijo Lady Arüora con fingidas lágrimas de emoción mientras sus parientes asentían sonriendo complacidos. ¿Qué se proponía?
- Muchísimas gracias. 
- ¡Y tu pelo! estás muy elegante con esa cascada de rizos...
- Gracias, tía. Y... ¿dónde se encuentra Lady Synföny? estoy deseando saludarla -"o clavarle un puñal en la espalda mientras la abrazo", pensó para sí- y a usted... -continuó entre dientes.
- ¿Cómo..?
- ¡Oh! Nada, es... la emoción de la cena, no sé qué... cómo... -se sonrojó.
- ¡Amor mío!

Aîcliä suspiró aliviada, su prometido llegó justo a tiempo cogiéndola del brazo y le besó la mano.

- ¡Y tía Arüora! bonito sombrero.
- Gracias, querido -contestó la mujer, distraída, mirando hacia todos lados como si esperase algo.
- ¿Qué ocurre..?
- ¡Mirad! ¡Lady Synföny y sus amigas acaban de entrar! -sonrió con orgullo la mujer.

Aîcliä se quedó boquiabierta. Lady Synföny lucía un vestido vaporoso de seda verde que contrastaba a la perfección con sus ojos grandes y ligeramente maquillados. Su forma de reloj de arena destacaba su figura y el bonnet que llevaba conjuntaba con su pelo rubio. Cuando se lo quitó dejó ver un peinado complejísimo en el que todo su pelo iba trenzado y la hacía parecer una diosa antigua. Todo eso, el ligero rubor de sus mejillas y el rouge de sus labios hicieron que Aîcliä se sintiera como una vagabunda a pesar de su bonito peinado y su atuendo digno de una princesa.

- ¡Ladÿ Arüora! ¡me encanta vuestro sombrero! ¡hola! -dijo dándole un beso en la mejilla a su prometido, que hizo que Aîcliä quisiera arrancarle los ojos- ¡Aîcliä! ¡qué monada de vestido!

Se sentía humillada. Eran sus esponsales. Quería destacar, era su noche, sería su día. ¿Por qué tenían que inmiscuirse esas dos arpías?

- Estás muy hermosa, pero nadie puede eclipsar hoy a mi bella esposa -sonrió su prometido guiñándole un ojo y depositando un cariñoso y suave beso en sus labios. La joven sonrió en una nube mientras Lady Synföny se retiraba ligeramente y miraba significativamente a Lady Arüora, que asintió y fue a hablar con el resto de parientes.
- Pero a pesar de ello me permitirás que te robe a mi amigo para un baile, ¿verdad? -preguntó Lady Synföny haciendo un claro énfasis en la palabra "robe". 
- Por supuesto. Bailaré con mi primo, es un excelente bailarín y su esposa tiene un tobillo magullado, estaré entreteniéndola. ¡Pasadlo bien! -compuso una sonrisa la muchacha, tratando de parecer tranquila.
- El primer baile será para mi preciosa mujercita -le dijo su futuro esposo. Pero no te alejes mucho, después iré contigo -concedió a su amiga. Era encantador.

Aîcliä se fue muy ufana al centro de la pista. ¿Qué tenía que temer? Su prometido la adoraba y Lady Synföny se ponía en ridículo ella sola. ¿Qué más daba que estuviera deslumbrante aquella noche? No le serviría de nada... La joven se situó en el medio del salón mientras los demás invitados les rodeaban y comenzaron a bailar. Nunca se había sentido más feliz.


Tras el baile, Lady Synföny había puesto en marcha su plan. Se había lucido en la pista de baile y luego había pedido amablemente a su acompañante que le trajera un poco de champán. 

- Aquí tienes.
- ¡Oh, muchas gracias! ¿qué te parece si vamos a tomarlo a uno de los salones? estoy algo sofocada por el baile... -dijo la joven abanicándose coquetamente con su abanico de encaje y sonriendo a uno de los invitados, que la miraba con interés.

Cortésmente, el joven acompañó a la dama al salón más cercano y se sentaron en unos butacones.

- Está siendo una velada deliciosa -dijo ella sorbiendo con finura un poco de champán y posando la copa para quitarse sensualmente los guantes que llevaba puestos para bailar. 
- Me alegro de que te lo estés pasando bien.
- Querido... -dijo ella inclinándose para mostrar con elegancia su escote- ¿estás seguro de este paso?
- ¿Qué paso?
- Casarte... la boda... -susurró ella con voz sugerente- Hay muchas jóvenes casaderas que estarían encantadas de ser tu esposa... -alargó una mano hasta su rodilla.
- Disculpa... -dijo él levantándose como un resorte. Si vamos a tener esta conversación es mejor que volvamos a la pista, no quiero malentendidos.
- ¡No hay malentendidos entre nosotros dos! Solo... dos amigos... que se conocen desde la infancia... y serían la pareja perfecta... Yo puedo hacer muchas cosas por ti que esa jovencita ni siquiera llegaría a soñar... -sugirió ella acercándosele lentamente. 
- Quiero pensar que el champán se te ha subido a la cabeza y no te lo voy a tomar en cuenta. Eres una mujer preciosa y encontrarás un buen esposo. Pero no seré yo.

La joven se echó a llorar y él no supo qué decir. Solo se le ocurrió abrazarla para confortarla. Estaría allí, pero como un hermano. No podía ser de otra forma.

- No es de caballeros hacer esto... -suspiró ella entre llantos.
- No es de damas... presionar de esta forma.

Ella se separó bruscamente y le abofeteó. Sorprendido, se llevó una mano a la mejilla.

- Te amo. ¿No puedes entenderlo?

El joven guardó silencio. 


Dedicado a Alicia, ¡feliz cumpleaños profe!