24 enero 2016

Dunes of dawn

Una estrella fugaz cruzó el firmamento nocturno. Akinom la contempló, cerró los ojos y formuló su deseo. Pronto amanecería y llegarían a su destino. 

- ¿Akinom? 
- Estoy aqui. 

Ark-los caminó hacia ella, rodeándola con sus brazos cuando llegó hasta su reina.

- ¿No puedes dormir?
- Quiero llegar hasta nuestro refugio, te va a encantar. Es un lugar mágico, y desde allí podremos ver todo lo que ocurre en Imlan...
- Entiendo... caminemos entonces, no está lejos, ¿verdad?

Los primeros rayos de sol iluminaron las dunas y la futura reina de Imlan le tomó de la mano. Ningún lugar estaba lejos si caminaba a su lado.


Kârmne reía para sí mientras portaba la bandeja. Por fin había llegado el momento... En cuanto Berthal tomara el desayuno estaría... ¡Oh, tenía tantas ganas de ver sus efectos!

- ¡Kârmne!

Am-näir la miraba fijamente y la sacerdotisa dejó de sonreír al instante. No quería que sospechara.

- ¿Qué? -contestó de forma cortante.
- ¿Por qué llevas..?
- Hahsuc desea que yo misma sirva a su hermano. Quiere que seamos buenos amigos... ahora que va a desposar a mi señora. 
- ¿Berthal?
- Hahsuc. ¿Qué parte no entendía? -pensó.
- Ya veo... pero no es tarea para una sacerdotisa... 
- Eso no es de tu incumbencia. 

La joven de cabello caoba se sintió ofendida y se retiró sin decir palabra. Kârmne suspiró aliviada. Nada podría detenerla ahora. La venganza por todas las injurias de ese chico sería soberbia... La sacerdotisa picó a la puerta y un "adelante" le dio paso. Abrió y sonrió ampliamente a Berthal.

- Os dejo el desayuno, señor. Estuvo a punto de decir "querido señor" pero el sarcasmo implícito podría haberla delatado. 
- Gracias, Kârmne. ¡Dátiles y miel! ¡y uvas! Adoro el lujo de esta corte... -dijo mientras probaba las viandas y la sacerdotisa ponía mirada malévola.


Hacía ya cuatro días que caminaban por el desierto y por fin habían llegado a su destino. El oasis destacaba en medio del paisaje de arena y sus árboles les daban la bienvenida con su sombra.

- ¡Es un lugar increíble! -admiró Ark-los mientras se acercaban- pero no me suena... y eso que estoy seguro de haber viajado por esta zona.
- Es un oasis diferente... La tradición le denomina "el oasis de los perdidos" y su origen es una leyenda -explicó Akinom. Muchos dicen que en realidad no existe, otros que solo se aparece a los viajeros de corazón puro... Otros, sin embargo, afirman que se oculta por una maldición y que solo se presenta ante los reyes y reinas de Egipto... tal vez sea cierto -sonrió misteriosamente.

Akinom penetró en el oasis y Ark-los la siguió, notando al instante una sensación que no sabía cómo describir. Sentía que estaba oculto del mundo, como si aquel lugar fuera único y solo existiera para ellos. Pero no podía ser. Había varios nómadas tomando cántaros de sus aguas, y otros recogían frutas de sus árboles. Aunque... no parecía que les vieran... El joven miró a Akinom, que volvió a dedicarle su sonrisa enigmática. Confiaba en ella. 
Avanzaron por el lugar hasta el borde más alejado del lago, donde la futura reina de Imlan se detuvo. Ark-los vio cómo buscaba algo entre la arena, y al poco descubrió una tablilla oculta en la tierra. Presionó varios de sus dibujos y entonces apareció. La arena se filtraba hacia el interior del oasis mientras una pirámide surgía de lo más profundo de las arenas del desierto. Cuando cesó el movimiento, la reina alzó las manos y pronunció unas palabras. Uno de los muros dejó al descubierto una abertura y Akinom, con una sonrisa, le invitó a pasar. 

El interior estaba iluminado con antorchas y ricamente adornado. Los muros estaban repletos de grabados en los que se narraba la historia de los faraones que habían fundado el lugar y todos cuantos lo habían conocido. Ark-los pudo ver a una joven que se parecía mucho a Akinom con una rama en una mano y un cetro en la otra.

- Mis padres me trajeron aquí de niña y me mostraron todos sus secretos... -le contó ella, acariciando el muro. La estela que dejó su mano hizo que un nuevo grabado comenzara a formarse, en el que ambos aparecían en la pirámide como futuros soberanos. Te dije que era un lugar mágico... -susurró Akinom.
- Es... increíble... -murmuró Ark-los, maravillado.
- Y ahora veamos qué ha estado ocurriendo en Imlan en nuestra ausencia -dijo la joven mientras se acercaba a un aguamanil y pasaba la mano por encima del agua.


La mañana era cálida y los rayos del sol le daban en el rostro. Hahsuc sonrió complacido. Aquella noche tendría a la futura reina de Imlan para él solo y no podría ni querría escapar. La haría suya, como haría suyo aquel palacio y todas sus posesiones. Nunca imaginó que tendría tanta suerte, aunque siempre había luchado por forjarse un futuro a la altura de su elegancia y refinamiento. El joven bostezó y se desperezó. Tal vez no sería mala idea ir a buscar a Akinom a sus aposentos y... acompañarla a desayunar. 

Hahsuc se levantó, se dispuso y fue en busca de su prometida. No podía negar que era hermosa, ojalá la sacerdotisa fuera capaz de encontrar una prometida tan bella para su hermano. Por lo pronto sería su esclava, llevándole el desayuno a sus aposentos y haciendo cuanto a él se le antojase. Suerte que Akinom estaba tan enamorada de él y no se daba cuenta de nada... 
El joven llegó hasta la puerta y tocó suavemente. Sabía que la futura reina solía madrugar, pues le gustaba ver el amanecer en su reino. Nadie respondió. Hahsuc volvió a picar, esta vez con más fuerza. Pensó que era natural que él, como su prometido, se adentrase en sus aposentos, por lo que abrió la puerta y entró con cautela al ver que no obtenía respuesta. No le extrañó ver el lecho deshecho de Akinom y sonrió con cierta lujuria. Buscó a la joven, pero no la encontró por ningún lado, ni siquiera en su balcón. Qué extraño... 


La poción había surtido efecto. Lo supo cuando Berthal apareció en el comedor con los ojos pintados, un adorno para la perilla que no tenía, un extraño tocado de rayas en la cabeza y un cetro de nejej y heka en cada mano. El joven portaba un semblante tan serio que ninguno de los criados osó reírse, aunque varios se dirigieron miradas entre sí. Kârmne no dijo palabra y se limitó a contemplarlo y ver qué hacía. 

- Indignos mortales, inclinaos ante el dios Osiris -dijo- señor de la resurrección, símbolo de fertilidad y regeneración del Nilo.

Nadie se movió, aunque algunos hicieron ademán de seguir sus órdenes.

- ¡Inclinaos! -insistió- o no seré indulgente en el juicio a los difuntos...
- Si que ha perdido el juicio... -murmuró el criado que le caía mal a Akinom.
- ¿Qué decís, siervo? 
- Mi señor... -no dijo más.
- ¡Rendidme pleitesía! o mi ira destruirá vuestro reino. 

Kârmne se levantó y se enfrentó a él.

- ¿Estáis bien, mi señor? os noto algo alterado... -dijo con voz suave la sacerdotisa.
- ¿Cómo osas hablar así a un dios? Traedme a Isis, ¿y dónde está el pequeño Horus? 

La sacerdotisa miró a los criados y les hizo un gesto. 

- Mi señor... 
- Deberéis rendirles tributo. 
- Claro, mi señor... a vuestras órdenes -contestó Kârmne.
- Así me gusta. Traed a mi esposa. 
- Enseguida.

Kârmne salió del comedor y se ocultó tras el primer cortinaje que vio para reírse en silencio. Había conseguido que Berthal creyera que era un dios y todo el mundo viera los aires que se daba. Aquella poción era maravillosa... 

- ¿Quién está ahí?

La voz de Am-näir hizo que dejase de reir. ¿Por qué siempre aparecía en el momento menos oportuno?

- Me pareció ver algo fuera, no pasa nada -se excusó- ¿Ocurre algo, Am-näir?
- Se lo que estáis haciendo.

La sacerdotisa no pareció impresionada.

- No entiendo a qué os referís... -disimuló.
- Se que no os caigo en gracia y queréis expulsarme del palacio...
- No es cierto. Sois una buena criada, Akinom os tiene en alta estima -mintió.
- No me lo creo. Me ha mandando tareas muy duras... 
- Si os referís a lo de los estanques... haríais bien en saber cuál es vuestro lugar y no... mirar de forma indebida a quien no os corresponde...

La criada sonrió complacida.

- ¿De modo que es eso? Mi señora tiene celos... -suspiró tocando su cabello caoba.
- ¡Oh, bella Isis!

Berthal apareció en el umbral y se dirigió a Am-naïr, cuya mano besó. La criada no entendía nada.

- Os he estado buscando...
- ¡Hermano!

Hahsuc corría por el pasillo muy apurado.

- ¿Qué es ese atuendo? No importa... ¡Akinom ha sido secuestrada!

El plan estaba saliendo a la perfección.

- ¿Cómo va a...? ¡Dadme eso!

Kârmne arrancó el trozo de pergamino de sus manos y lo leyó con rapidez.

- No puede ser... ¡iré a buscarla!
- ¡No! es mi prometida, ¡yo iré a buscarla!


Akinom dejó el aguamanil y sonrió a Ark-los. 

- Mi "prometido" es un hombre muy valiente... cruzará el desierto para buscarme -sonrió con malicia.
- ¿Y qué encontrará?
- A la reina de Imlan.

El joven le sonrió y la tomó en sus brazos. Lo que ocurrió aquella noche en la pirámide solo lo supieron las constelaciones. 


Dedicado a Mónica, ¡feliz cumpleaños guapa!

15 enero 2016

Unbreakable

- ¿Qué dices? ¿dónde está? -la brujita se giró hacia todos lados, alarmada.
- ¡Te he engañado! Jajaja, ¡menuda cara has puesto! -rió Nêither.

Niree le fulminó con la mirada.

- Muy gracioso...
- ¿Entonces vamos a ver a Slâazar o no?

La chica miró fijamente a Jonas y este se sonrojó.

- Pareces... extrañamente obsesionado con ir a ver a Slâazar... -observó.
- Si, y con que le robe la guitarra... ¡y eso que aún no nos has tocado nada! -añadió Nêither.
- Que no... que yo lo... lo hago por Pamela...
- ¿Qué es eso de "Pamela"? llevo tiempo queriendo preguntar... -aprovechó el brujo.
- Es un nombre en clave -contestó rápidamente Niree.
- Si, como a mi, que me llama "Jason".
- ¡Aaaah! 
- Y Eomer...

Basqueroix les miró y asintió.

- Vale, vale... Pues si, deberíamos ir a ver a Slâazar, a ver que se cuenta -terció Nêither.
- Pero yo no me quiero ir aún... y además, aún estoy de subidón por la petición de amistad del Capi... no quiero estropear el momento viendo a "ese", aunque me robe cosas... -gimoteó la chica.
- No hay peros que valgan, tenemos un cometido.
- Si total solo es jengibre y mandrágora...
- El jengibre tiene muchas propiedades -comenzó Nêither- Favorece la digestión, combate las náuseas, el mareo...
- El mal aliento... -rió Niree.
- A lo mejor está embarazado...
- ¿Qué tontería es esa, Jason?
- El jengibre por su parte... digo, la mandrágora, protege contra las fuerzas del mal, potencia el poder personal, el valor y el amor... -la ignoró Jonas demostrando que él también entendía de plantas.
- Lo que refuerza la teoría del embarazo... -apuntó Nêither, riendo.
- Me da igual para qué las use, ¡solo quiero que no entre en mi casa!

Nêither le tendió una mano y la brujita suspiró resignada. Solo había una forma de averiguarlo.


El conjuro les llevó justo hasta la puerta de Slâazar. Niree aún recordaba lo ocurrido la última vez que había estado allí y no quería volver a pasar por ello. Nunca más. ¿¡Por qué seguía pensando en eso!?
Antes de que pudieran hacer nada, la puerta se abrió y para su sorpresa en el umbral había una joven morena, bajita y de ojos vivarachos que les miraba con cierto descaro.

- ¡Tu! -dijo señalando a Niree.
- ¿Qué..?
- ¡Tu hass vissto a MI hombbre dessnuddo!

Tenía que decirlo. Tenía que volver a introducir esa imagen en su mente. Jonas rió sin poder disimularlo y después se escondió para que la brujita no le diera otro coscorrón. Los demás sonrieron discretamente y no dijeron nada.

- ¡No fue mi intención! -se defendió ella.
- ¡No me imporrta! tieness ssuertte de que no essté en cassa en essttos mommenttoss...

La brujita se fijó en que tenía un acento extranjero. ¿De dónde sería? ¿Y qué haría allí? ¿¿Y por qué le importaba la vida social del... "ese"??

- Mi amiga solo vino a recuperar lo que era suyo...
- ¡Lo que era mio! 
- Si, Jonas... Tu "hombre" le robó la guitarra a mi amigo porque... 

Nêither dudó. Resultaba muy tentador explicarle a aquella chica las intenciones (las supuestas intenciones) que Slâazar tenía con la brujita, pero temía que a ésta le diera un ataque si decía algo al respecto. Y era su amiga. Una cosa era fastidiarla y otra provocarle un trauma de verdad. 

- Yo crreo que ssolo ess una excussa. ¡Essttá enammoradda de mmi hommbbre! -exclamó la chica. Niree estaba que mordía de rabia.
- ¡¡¡Eso no es cierto!!! ¡¡me da mucho asco tu hombre!!

La chica la miró incrédula.

- Nno ess cierrtto. 
- ¡El me provoca!

Todos la miraron fijamente y la brujita sintió que había metido la pata y ya no podría arreglarlo.

- ¡No en ese sentido! ¡Ha entrado a robar en mi casa!
- No nezzariammente lo provvoccass... yo quiero mmuchass cossass...
- ¿A qué viene eso? -se sorprendió Niree.
- El enttrró porrque tu tienness alggo que yo quiero...

Jonas abrió la boca para decir algo pero luego la volvió a cerrar. Seguramente sus palabras le costarían una nueva colleja.

- ¿Tu qué eres, su amante?

No hacía falta que contestara. El conjunto que llevaba la chica en aquel momento no dejaba lugar a dudas.

- Esso no ess de tu incummbenncia. Ess mi hommbbre -respondió la chica al brujo.
- ¿Sabes que tu hombre anda en tratos con otras magas? -preguntó Jonas con voz fingidamente inocente.

Un pequeño tic cruzó por la mirada de la chica antes de responderle.

- Ssi. Ess por mmi.
- Pues les promete unas cosas... -dejó caer él.
- ¿Qué quierress deccir?
- Nada, no te preocupes. Ahora sé buena y danos los ingredientes -ordenó Nêither.
- No.
- Mira, bonita... a mi no me obligues a lanzarte un hechizo. Dame la mandrágora y el jengibre y nos iremos. No queremos líos -dijo Niree con voz crispada.
- No vvoy a darross nadda...
- En serio... no queremos estar aquí cuando llegue "tu hombre" -no podía evitar el tono sarcástico en sus palabras- dámelos.
- Yya ess tarrdde...
- Miente.

La chica miró a Nêither y se enfadó.

- ¡Eso, léele la mente! -azuzó la brujita.
- Mhmhm... tenemos que volver a Edymbrä.
- ¡¡Si!! -se alegró Niree.
- Pero... esto no te va a gustar...
- De todo esto solo me ha gustado la ciudadela y la petición de amistad de Capi. ¿De qué se trata? -preguntó la chica.



Dedicado a Irene, ¡feliz cumpleaños postcoloniala!

01 enero 2016

Visions (legacy) III


La cueva permanecía en su eterno silencio mientras las sacerdotisas iniciaban el ritual visionario... La imagen de una joven de corto cabello castaño surgió del libro del oráculo junto a una hermosa aldea medieval de calles empedradas que mostraban la vida de la época... Otra imagen de una época más moderna mostró a una joven de rizos oscuros sentada en la terraza de una villa culta y refinada... La visión de un palacio de la corte y su galería de cristal revelaron a un artista de gran personalidad dibujando a grafito que ofreció un lirio a una dama...  La imagen cambió para regresar a la época medieval, a un castillo en la campiña de belleza sin igual. La joven que en el se encontraba hizo sonreír a las sacerdotisas... La visión volvió a cambiar de época hasta un lugar de arquitectura de estilo que mezclaba varias tendencias al lado del mar. El joven de aquel tiempo era amante de la tecnología y narraba un relato a una muchacha... Otra imagen mostraba un bosquecillo y una casita adornada con motivos celtas y mitológicos. Su dueña era muy alegre y tenía divertidas ocurrencias... La visión cambió por última vez y reveló un pueblecito tranquilo donde vivía una joven dulce, de maneras agradables, amable y cálida... Las sacerdotisas se miraron entre sí y dejaron que el silencio de la cueva desdibujase las imágenes de la torre de marfil que surgían del oráculo...


Continuará...

In the middle of the night

Portaba el nombre de una diosa de la mitología inuit. "En una isla lejana, una hermosa joven vivía en soledad con su padre viudo. Cuando llegó su edad casadera, muchos quisieron desposarla, pero ella no deseaba a ninguno. Sin embargo, un día vio aparecer en el horizonte un navío, cuyo capitán, un apuesto extranjero, la sedujo. Más tarde, la joven entendió que el capitán era en realidad un chamán, y se arrepintió de permanecer a su lado, pues estaba siendo dañada. Su padre escuchó sus lamentos más allá del mar, por lo que embarcó en su kayac y recuperó a su hija, haciéndose con ella a la mar. Viendo a Sedna huir, el chamán, dotado de poderes sobrenaturales, desencadenó en el océano una terrible tempestad. El padre de la joven, atemorizado, creyendo que la voluntad del mar reclamaba a su hija, la arrojó a las aguas. Ella logró aferrarse a la embarcación, pero la ponía en peligro, por lo que su padre le cortó los dedos con un hacha, y éstos se convirtieron en peces y focas pequeñas, así como los pulgares y las manos, que se convirtieron en focas de las profundidades, morsas, ballenas y todos los animales marinos. Así el océano calmó la furia desatada por el chamán y Sedna se hundió en el fondo, donde todavía reside como la diosa del mar en la región de Adliden, donde llegan las almas de los muertos para ser enjuiciados".

Lady Blue dejó el pergamino y se contempló las manos, moviendo los dedos y las muñecas con suavidad.  Aún le dolían. No por la leyenda, aunque quizá estuvieran interconectadas, sino por su propia historia.
Hacía ya algunos años, había comenzado a interesarse por la magia, pues se había percatado de que tenía unos dones que no parecía compartir con nadie más. En su época, la ignorancia y el temor imperaban, por lo que una joven con poderes sería acusada de brujería y quemada en la hoguera. Un escalofrío recorrió su espina dorsal. Había estado tan cerca...

En aquel año, las doncellas casaderas debían escoger un marido; un hombre noble, un guerrero, un aristócrata... Mientras las demás escogían al pretendiente perfecto, Sêdnä corría por los bosques, libre, atraída por la naturaleza que rodeaba el castillo de sus padres. Se había dado cuenta a una temprana edad de que no era como el resto de niñas que jugaban en la corte. No quería ser una princesa de cuento, no aspiraba a estar a la sombra de su esposo para reinar sobre sus dominios y no quería tener que ocultar su verdadera esencia. Sus poderes. 
Sabía que no podía revelarlos porque había visto a muchas mujeres caer en el fuego, pero quería saber más sobre ellos. Trató de unirse a ellas, a las que parecían diferentes, siempre en secreto y a la sombra de la oscuridad, pero pronto se desilusionó. Aquellas mujeres no tenían verdaderos dones, solo una gran imaginación y miedo. Miedo de ser esclavas, de vivir con esposos que las maltrataban, de perderse a sí mismas en lo que los demás esperaban de ellas. Sumisas y silenciosas. No como ella. Sêdnä nunca había temido ser ella misma. Tanto, que había acabado en la hoguera...

La noche era más oscura de lo habitual, pues las nubes ocultaban la luna. Sêdnä y su familia habían abandonado su castillo para ir al pueblo a una de sus celebraciones nocturnas en conmemoración de las fiestas navideñas. La nieve cubría el terreno, pero eso no impedía que los lugareños festejasen alegres por doquier. Sêdnä reía y probaba todas las delicias que le ofrecían. Le gustaba aquel ambiente, se sentía más unida al pueblo en aquellas ocasiones donde nadie esperaba nada que no fuese felicidad y bailes a la luz de las antorchas. Entonces ocurrió. Las nubes se despejaron y un grito hizo que todos elevasen la vista al cielo. La luna se teñía poco a poco de color rojo sangre, dándole un aspecto tétrico y fantasmal. Un mal presagio. La luz que proyectaba hacía que la nieve pareciese sangre a su vez, y la gente comenzó a gritar despavorida. Sêdnä solo se rió. ¡No era más que un eclipse! 

- ¡Esa joven se está riendo! -vociferó uno de los ancianos del pueblo.
- Solo es un eclipse... -respondió la joven, tranquila.

Un silencio sepulcral se hizo en la aldea. Sêdnä miró a su alrededor. Todos la contemplaban. 

- ¿Qué ocurre? La luna pasa dentro de la umbra de la tierra y la sombra de los amaneceres y atardeceres de nuestro planeta la oscurece dándole ese tono rojizo... Es un fenómeno descrito por los astrónomos antiguos...

No tenía que haber pronunciado ninguna palabra. Aquella época no permitía que una mujer fuese instruida, ni que supiera leer, menos que tuviera inquietudes sobre los conocimientos de aquello que nos rodea. Todo el pueblo se les había echado encima. Habían tomado antorchas y habían ido a destruir su castillo. Sêdnä no pensaba permitirlo, por lo que reveló sus poderes. Les hizo daño para proteger a su familia, pero fue en vano. Sus padres renegaron de ella temiendo que fuese peligrosa, una demente a la que no serían capaces de controlar. Se volvieron en su contra y huyeron cobardemente. La abandonaron. Los aldeanos la hicieron prisionera y la llevaron a la hoguera esa misma noche. Pero las auténticas brujas no mueren quemadas vivas. Sêdnä descubrió a la luz de la luna de sangre algunos de sus dones, como la piroquinesis. Creó una furiosa tormenta eléctrica que aterrorizó a las gentes del pueblo y destruyó parte de la aldea. Dejó que el fuego aniquilase todo, excepto a ella misma. Los campesinos huyeron despavoridos y terribles leyendas se extendieron por la zona, convertida desde aquella noche en una villa espectral. Sêdnä regresó al castillo de su linaje y renegó de su antiguo nombre para referirse a sí misma con el nombre de su alma. Lady Blue Kanoo.

La joven se levantó del trono y acarició su seda roja y desgastada. Por avatares del destino ahora era libre; libre de saciar su sed de conocimiento, su sed de venganza, y ser quien siempre había sido. No le importaba que la temieran, ni que otros la veneraran, aunque su existencia se hubiera convertido en una leyenda. 
Sonreía cada vez que algún forastero se acercaba a su castillo en ruinas en busca de espíritus para conocer su historia. Se ocultaba entre las sombras y les daba pequeñas muestras de su poder para que después tuvieran algo interesante que contar a su regreso. Que todos regresaran con vida demostraba que no era tan maligna como se le atribuía, solo un ánima solitaria en un castillo abandonado. Pero nunca permitía que nadie se llevara ninguna de sus posesiones, ni siquiera un trozo de cristal roto o un fragmento de vajilla de porcelana olvidado. Todos sabían que si intentaban llevarse alguna reliquia sufrirían las consecuencias de su ira...

Y así vivía ella, en su castillo lleno de ánimas. Las había invocado porque sentía la soledad apoderándose de su ser. Había rasgado el velo porque solo los muertos podían entender su dolor. Quería conocer todas las historias, todos los enigmas del universo, todo lo que se le había negado en su otra vida, cuando era una muchacha inocente con unos dones poco comunes. Pero los difuntos cobraban poder en su mundo, porque el más allá y el mundo mortal estaban más cerca que nunca al haber rasgado el velo. Y aunque no quería admitirlo... no sabía sellarlo. 

Lady Blue tomó de nuevo el pergamino. Había desafiado al oráculo, lo sabía. Había quebrado el equilibrio entre los mundos y roto las leyes del más allá. No quería que los muertos vagasen por su mundo, perdidos sin descanso eterno, pero su voluntad también se había quebrado. No era más que una joven vulnerable en busca de sabiduría. O eso se repetía constantemente para justificar sus actos.

La niebla nacarada era cada vez más densa y un aire frío se apoderaba de los muros de su castillo. Las figuras de los espíritus eran cada vez más corpóreas, y sus siluetas se dibujaban a la luz de la luna brillando de forma bella y siniestra. Lady Blue tomó una tiza y dibujó un círculo en el suelo. El ritual estaba a punto de comenzar...



Dedicado a Sedna, ¡feliz cumpleaños Lady Blue!