24 noviembre 2015

Sounds of Astralia

Hacía tiempo que no percibía el mundo de Astralia como antaño. Ideas fugaces, pensamientos caóticos, imágenes fragmentadas... Como ser de Astralia (aún era un ser de Astralia y siempre lo sería), sabía que no podía forzar sus portales, pero deseaba con toda su alma que aquella realidad se le revelara como lo hacía en el pasado...

Creía en todas las teorías sobre su origen, aunque ella misma no podía decir cuál era su esencia. La teoría del mundo eclipse la conocía porque Astralia se había revelado ante ella hacía años y le había otorgado la visión; Una visión poco nítida, pues era un ser iniciático, que se había ido profundizando a lo largo de su camino como escritora de historias. En un principio creía crear nuevos relatos gracias a la influencia de aquel mundo, que agudizaba su imaginación y creatividad hasta límites insospechados. La teoría de las esferas. Sin embargo, su forma de narrar se había vuelto muy fluida y siempre le había parecido que no precisaba pensar para escribir. "Las historias se escriben solas", había dicho en tantas ocasiones. Por ello descubrió la teoría de las eternas historias, escritas por un ser supremo, que ella solamente canalizaba para que llegaran al mundo mortal, donde se volvían inmortales.

En cambio, hacía tiempo que esas historias llegaban fragmentadas, tanto que en ocasiones no sabía cómo escribirlas. Astralia parecía alejarse de ella, pero sabía que era su mundo, que nunca la abandonaría del todo. Tenía la sensación de haber demostrado ser digna de aquella visión, pues incluso encontraba historias ocultas en las melodías de su mundo. Tal vez ese era su auténtico destino, descifrar la música para mostrar el reino de Astralia a los seres mortales. Y aquello explicaría por qué últimamente solo la música lograba ponerla en sintonía con aquella realidad... 


Dedicado a los seres de Astralia.

18 noviembre 2015

Not strong enough



Dedicado a Borja, ¡feliz cumpleaños!

09 noviembre 2015

Drunk on shadows

El oráculo se encontraba en la montaña, rodeado de rocas de las que fluían manantiales de agua fresca, donde se reunían las deidades. En sus fuentes podían verse diosas menores del canto y la poesía, las musas, y ninfas de las fuentes, hermosas náyades. Mi visión mortal no las veía, pero mi espíritu las sentía. Cerca de mi, y a la vez muy lejanas. 

Caminé sin rumbo en busca de la sacerdotisa del templo sagrado. Solo el elegido, el que busca su camino, en perpetua soledad interior. Un alma sin nombre en un mundo sin luz. Había dejado de sentir la naturaleza y de percibir su hermosura, me rodeaba la oscuridad eterna y solo me guiaba aquella luz de esperanza que no somos capaces de abandonar mientras seguimos con vida. Y me sentía vivo. Rodeado de oscuridad, pero vivo. Mortal.

Di con el santuario cuando dejé que el instinto me orientara hacia el sol. La luna de mi interior brillaba a plena luz, pero el sol era mi regente, mi sino, aunque la oscuridad no cesara de eclipsarlo. La sacerdotisa visionaria estaba quieta en un trono de madera con flores talladas. Me recordaban al disco solar, aunque a nadie más pudiera parecerle así. Cada uno tiene su propia visión de la realidad. Era una mujer hermosa, de larga cabellera negra y ataviada con un vestido en tono crudo muy diferente a los de mi época. Tenía un sencillo colgante con una perla dorada en su cuello y sus ojos estaban cubiertos por un trozo de tela transparente de encaje. La justicia era ciega, pero su visión atravesaba más allá. Estaba rodeada de una neblina que no opacaba su figura y tras ella un cielo tormentoso en tonos grises y anaranjados profetizaba el principio de una tempestad. Ella era el origen y el fin, la luz y la oscuridad, la vida y la muerte. La sacerdotisa del templo.

Me miró con sus ojos ciegos que veían más allá de las fronteras del mundo y alzó cada una de sus manos. La diestra tenía alhajas de todo tipo. Una estrella de David de seis puntas, la unión del cielo y la tierra, un pacto entre los amantes. Cruces cristianas y tal vez un rosario de perlas. El símbolo om, uno de los mantras más sagrados, el sonido primordial, origen y principio de las palabras y sonidos divinos y poderosos, la unidad con lo supremo, el símbolo de lo esencial. En la mano siniestra dos palomas emprendían el vuelo en un mismo rumbo...


Dedicado a Gabriel, personificación de la tranquilidad.

01 noviembre 2015

Visions (legacy) I


La cueva se encontraba sumida en un profundo silencio. El ritual visionario estaba a punto de comenzar. Cogí la esfera de madera, miré a mis hermanas y la hice rodar por el tablero. Caminó por el laberinto y juntas contemplamos la senda que dibujaba. El ambiente de la cueva cambió mientras la esfera circulaba... Hice rodar otra que tomó un rumbo diferente por el laberinto, un rumbo misterioso lleno de magia ancestral, un deseo aún no cumplido. La tercera esfera rodó y su movimiento se unió al movimiento primigenio de su hermana desde otro rumbo interior que marcaba el inicio del cambio. 

Una imagen surgió entre la neblina otorgándome la visión. Un reino al este donde siempre reina la primavera. Un lugar cubierto de bosques antiguos y misterios indescifrables. Un reino de suaves colinas y grandes prados, bellos ríos y senderos. Su soberano gobierna en armonía sobre la naturaleza, reflejo de su propia esencia, que le confía todos sus secretos. Por ello sus pensamientos se funden con el entorno que le debe su existencia hasta el final de los tiempos. Otra imagen diferente se apoderó de mi visión. Un reino al oeste donde siempre impera el verano. Un paraje montañoso con páramos cubiertos de brezo, pantanos y un valle. Un reino de viento donde la magia no tiene cabida a pesar de su belleza. Su monarca es un noble guerrero capaz de adoptar el aspecto de un hermoso lobo que aúlla en las noches de luna llena. Su carácter y su valentía, así como sus gestas épicas, le han otorgado un lugar entre los grandes reyes de antaño... 

La imagen se desdibujó en la niebla y reinó el silencio. La cueva brillaba con la luz interior de mis hermanas visionarias. Hice rodar la cuarta esfera y sonreí sicalíptica, el fuego de mi corazón ardía con fuerza. La quinta esfera rodó por el laberinto tomando un camino intrincado hacia rutas del pasado, la locura interior y la iluminación del caos. La última esfera que podía rodar en esta realidad por el laberinto fue hacia un rumbo de misterio y deseos ocultos. 

La visión me mostró el reino del noroeste y el del sureste. Un bosque otoñal y un paisaje de primavera al lado del mar. Conocía bien a su reina, pura magia e imaginación. Una reina de sueños y alma musical. Otra visión reveló el reino del suroeste, cubierto por un manto de nieve de belleza indescriptible. Su monarca reflejaba la pureza del lugar y ocultaba sus secretos tras cristal para que nadie los descubriera jamás. La visión me mostró el reino del norte. Un jardín otoñal con un lago, campos, ríos y suaves colinas. Su reina es una criatura extraordinaria con poderes inimaginables. Domina con justicia y sabiduría y su magia hace que su jardín florezca. Otra visión surgió para revelar el reino del sur y su eterno y suave invierno. Un reino de suaves colinas y bosques que rodean el valle donde se origina su magia, al lado del mar. Su soberana es la más benévola entre los monarcas, pues su alma es pura como el invierno que domina su reino. Su bondad no conoce límites y todas las criaturas de su reino la aman profundamente por su carácter compasivo...

La imagen se desvaneció en la niebla y el silencio de la cueva. Mis hermanas visionarias contemplaron el laberinto mientras hacía rodar la primera esfera por sus caminos insondables en el movimiento sempiterno de la hermandad. Cogí la otra esfera, que rodó hacia el misterio de la eterna búsqueda... 

La visión me mostró el reino del noreste y su verano. Un archipiélago paradisíaco que vi mientras rodaba la tercera esfera. Bosques de vegetación exótica y playas de arena dorada. Su carismático monarca domina con serenidad y elegancia sus islas. Las visiones se entremezclaron y revelaron el misterio de los sonidos de libertad que se oían en la antigüedad. Una mirada a una realidad ancestral que permanecía oculta en las brumas de la eternidad de un pensamiento...

La imagen se desdibujó en la niebla y la cueva se oscureció. Las hermanas visionarias iluminaban el lugar con su luz interior. Ninguna osaba quebrar el silencio del ritual y miraban al laberinto. Cogí la cuarta esfera, que rodó mientras la pasión encendía mi espíritu y dibujaba una sonrisa ígnea en mi rostro. Rodó la quinta esfera y su caótico recorrido profundizó el silencio en la cueva cambiando su atmósfera... Rodó la última esfera de esta realidad y su enigmático rumbo se perdió en el silencio de las visionarias...


Continuará...